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3 de enero de 2020

El Caudillismo en el Liderazgo


En la antigüedad, para muchas personas es de conocimiento, que existieron los faraones. Faraón (en hebreoפרעה‎; en griegoφαραώ , copto : ⲡⲣ̅ⲣⲟ Pǝrro) era el título dado al rey en el Antiguo Egipto. Para los antiguos egipcios el primer faraón fue Narmer, denominado Menes por Manetón, quien gobernó hacia el año 3050 a. C. El último faraón fue una mujer: Cleopatra VII, de ascendencia helénica, que reinó del año 51 al 30 a. C.

     Sin embargo, el título de "faraón", con su término egipcio pr ˤ3 (per aa), "casa grande", solo debería utilizarse en puridad (cualidad de puro), cuando Egipto llegó a serlo de verdad, extendiendo su poder más allá de su territorio original, que se produjo solamente a partir del Imperio Nuevo, más específicamente, a mediados de la Dinastía XVIII, posterior al  reinado de Hatshepsut.

     Los faraones fueron considerados seres casi divinos durante las primeras dinastías y eran identificados con el dios Horus( Horus ("el elevado") era el dios celeste en la mitología egipcia. Se le consideraba como el iniciador de la civilización egipcia. Era el dios de la realeza en el cielo, de la guerra y de la caza.1​ Su nombre egipcio era Hor (Ḥr); Horus es su nombre helenizado (Ώρος). Divinidad griega, Apolo. Era el hijo de la diosa Isis y el dios de la resurrección Osiris.21​) . A partir de la dinastía V también eran «hijos del dios Ra». Normalmente no fueron deificados en vida. Era tras su muerte cuando el faraón se fusionaba con la deidad Osiris y adquiría la inmortalidad y una categoría divina, siendo entonces venerados como un dios más en los templos.

     Esta tradición en la actualidad parece utilizarse aunque más tímidamente, pero no deja de practicarse aunque si de manera subliminal, pues los reyes, gobernantes y lideres que hemos tenido son endiosados por la gente a tal magnitud que, aun después de su muerte, se hacen referencias a estos como aquellos seres que se consideraban inmortales en la antigüedad. Algunos los citan como si en verdad estuvieran vivos y parecen ser los encargados de eternizar su influencia en la actualidad.

     Este pensamiento aunque bastante antiguo sigue pululando en la mente de muchos que buscan a través del tiempo mantener el legado de estos muertos, muchas veces para beneficiarse políticamente de ellos y a veces pretenden ser sus herederos como si se tratare de un espíritu que viene del más allá a poseerlos, dominarlos y dirigirlos. Tenemos el caso del presidente Nicolas maduro en Venezuela, quien pretende ser el heredero al trono del fallecido Hugo Chávez y en ocasiones ha expresado que su espíritu a través de un pajarito le habla las cosas. Pero el sistema de gobierno es bastante distinto de lo que fue el del presidente Chávez.

     En dominicana no falta quienes citen a los caudillos Joaquin Balaguer o Rafel Leónidas Trujillo, y hasta hacen invocaciones de estos ante los males que vive la sociedad de hoy. Pero esto se ve hasta en el ámbito religioso. Por ejemplo lo que sale de la boca del papa para los católicos es palabra irrefutable que viene de Dios, cuando es de todos sabido los errores que ha cometido el papa actual; y no falta uno que otro presidente que, al tomar el poder quiera ir al vaticano a ver si besando el anillo del papa se le pega ese espíritu de dios que posee.

    En el ámbito cristiano evangélico, hemos visto lo mismo, se cuenta de un famoso evangelista que fue a la tumba de una mujer usada por Dios en vida, a tocar sus huesos a ver si cual Eliseo, los huesos de esta le transferirían la unción de los milagros.

     Toda esta admiración y veneración no es más que la repetición de las costumbres e idolatrías antiguas de venerar como dioses a los faraones y líderes. Seguir el legado de un gran líder no es malo, pero produce un estancamiento el no traer nuevas ideas, el no actualizar los sistemas y permitir que sea Dios el que dirija nuestras vidas y nuestro liderazgo.

     En la palabra de Dios vemos, como el señor dirigía a su pueblo a través de un sacerdote, al cual le revelaba su palabra para que el pueblo le sirviera y diera gloria a su nombre. Desde que Israel le pidió a Dios a través del sacerdote samuel que les diera un Rey, comenzaron los grandes problemas para este pueblo. Con esta petición le estaban diciendo a Dios que ya no querían su reino, su dirección, que estaban cansados del sistema teocrático de un Dios que todo se lo había dado, que los  sacó de la esclavitud y los llevo a una tierra que fluye leche y miel. Un Dios que los bendijo y los cuido. Cuando se vieron navegando en esta abundancia y esta prosperidad se rebelaron contra él y pidieron un rey. Dios se los concedió y   los resultados están escritos en los libros de Samuel.

     Aun dentro de las iglesias vemos el caudillaje actuando. Lideres que se enseñorean de las ovejas y pretenden eternizarse en sus posiciones y no dan paso y oportunidad a los nuevos talentos quizás con mejor preparación y visión para que la obra avance. Pretenden ser ellos alabados y glorificados toda su vida en puestos que esperan por jóvenes emprendedores que mantengan las instituciones y engrandezcan el nombre de Dios, solo por que ellos se sienten los grandes faraones, nadie más tiene visión y capacidad según ellos para tomar las riendas del liderazgo.  Los líderes que piensan así son unos mezquinos, que habiendo sido ellos electos y apoyados por el pueblo, después que tienen el poder, no lo quieren soltar y estancan las instituciones y estancan el desarrollo de las naciones.

     El liderazgo tiene que aprender, no se eternizan los lideres pero si las instituciones. Estas son las que deben permanecer. Por eso muchos imperios cayeron, muchos gobiernos y sus líderes fracasaron, por que quisieron ser admirados y venerados más allá de lo permitido. Se envanecieron en sus puestos y cayeron sin poderse levantar y destruyeron sus naciones. Aprendamos de estos, demos paso a que las nuevas generaciones tomen el control. Démosle un voto de confianza a nuestros nuevos líderes y emprendedores. Dios tiene a mucha gente buena para usar.




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