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11 de abril de 2012

El Mensaje Central del Reino de Dios y sus Principios 1era parte

Hay tres situaciones con las que Jesucristo se encuentra cuando recibe el llamamiento del Padre a proyectar el Reino de Dios:

  1. La situación de una humanidad perdida y condenada a muerte por el pecado.
  2. La existencia de un ser denominado el Príncipe de este mundo, el Maligno, Satanás o el Diablo.
  3. El territorio donde domina Satanás, al que ha proyectado su ideología y con la que los seres humanos han quedado atrapados formando el Reino de este mundo.

Frente a esto tenemos al Mesías, a Jesucristo, que se identifica con el Reino de Dios, y el propio Reino de Dios.

El mensaje central del Reino de Dios esta polarizado principalmente por la idea que subyace en el significado del Reino de Dios que incluye un “misterio”, y el espectáculo de inmensa miseria y necesidad que presenta la humanidad.

Jesucristo presenta el Reino de Dios de diferentes maneras, cada una de ellas enseñando características del Reino.

El sentido básico que la Biblia da al término Reino es el de Gobierno. Es decir el Reino de Dios es el Gobierno de Dios que ofrece a los hombres las bendiciones de ese Gobierno, y que se caracteriza por unos principios ideológicos determinados que son justos e idóneos para el ser humano. Hay cuatro aspectos en la predicación de Jesús que se relacionan persistentemente con el Reino de Dios:

v El Arrepentimiento.

v La liberación del Pecado y de Satanás, con los corolarios de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte.

v El llamamiento persistente a buscar el Reino de Dios y pertenecer a él.

v Los contenidos morales, espirituales, doctrinales, que evidencian, en su aceptación, formar parte del Reino de Dios, y que nos ayudan a permanecer en él.

Por otra parte, Satanás ha influido en el mundo, tanto a nivel individual como colectivo, hasta el punto de fijar una manera de pensar determinada con unas actitudes, creando también su Reino, en este caso el Reino de este mundo que entra en conflicto con el Reino de Dios.

Las características fundamentales de ese Reino son la auto-independencia respecto a la Deidad; la indiferencia cuando o la negación de Dios; el alejamiento respecto de Dios; unas formas y conductas especificas contrarias al pensamiento divino; ausencia de doctrinas que ayuden a permanecer en la salvación; ausencia de la necesidad de la salvación.

Jesús de Nazaret se encuentra frente a un mundo hostil a Dios que se ha rebelado contra El, instigado por el Diablo (Gn. 3:1-6), introduciéndose la tara del pecado (Mt. 1:21; Jn. 1:29; 8:21, 24, 34; cf. Ro. 5:12) que separa al hombre de Dios y lo conduce a la muerte y condenación eterna (Lc. 13:3, 5; cf. Ro. 3:10-12, 23).

La devastación de la obra de Dios por parte de Satanás es de tal dimensión, que aun cuando Dios no ha e4stado ausente, ya que el abandono sería incompatible con una Providencia que ayuda a los pájaros y viste a las flores, se ha desfigurado de tal modo, que aun a pesar de los lazos que pueden unir a Dios con su creación es necesario que el Reino de Dios se haga notorio.

La misión de Jesús mediante el Reino de Dios ha de consistir en arrebatar a Satanás “su reino”, convencer a la humanidad del Reino de Dios devolviendo la imagen correcta respecto de Dios, y salvar a la humanidad del pecado que le ata al reino de este mundo.

¿Cómo?

  1. Mediante la predicación contenida en el Reino de Dios.

Jesús ha reconocido en Satanás al originador del infortunio humano, se trata del padre de la mentira, del engañador por excelencia, y de un verdadero criminal (Jn. 8:44). Es el príncipe de este mundo, el que gobierna (Jn. 12:31; 14:30; 16:11).

Se enfrenta a él al comienzo de su ministerio venciéndole (Mr. 12:29).

Aun a pesar del despliegue sin precedentes de demonios, Jesucristo los expulsa con poder de aquellos humanos a donde han ido a anidar (Mt. 10:7, 8; cf. 15:22, 28), les reprende (Mr. 5:8). Ejerce completo poder sobre ellos (Mt. 12:29) e incluso otorga ese poder a sus discípulos (Mt. 10:1; Mr. 3:15).

Todavía era preciso curar y hacer milagros para “atestiguar la presencia de Dios y su providencia”, y un modo de hacerlo es la purificación fragmentaria del mundo, operada por los milagros de Jesús.

Los milagros forman parte de un plan de destrucción de Satanás y su mundo. De este modo Jesús ha penetrado en la casa de Satanás, lo ha atado y lo ha inmovilizado, y de este modo saque su casa (Mr. 3:23-27).

Todavía no lo ha destruido definitivamente, pero estas victorias son precursoras de ese final. De cualquier forma, aun cuando todavía Satanás pueda manifestarse en el futuro (Jn. 14:30, “todavía viene”, cf. Lc. 22:31, 32) ha sido “inmovilizado de tal modo que ya no puede dominar la situación de aquellos que pertenecen al Reino de Dios.

Jesucristo con su predicación y actuación viene a decir: los males que existen aquí en esta tierra no tienen como causa a Dios sino al Mal personificado en Satanás; pero este Mal no tiene poder para vencer; el Maligno no tiene nada que hacer con aquellos que forman parte del Reino de Dios. Y ese Reino ya está aquí, y lo atestiguo, no solo por mi predicación sino porque ha empezado a quebrantarse el poder de Satanás. ¿Cómo?

Estos milagros que yo hago, es la manifestación real de lo que Dios quiere pare el hombre en su contraposición al verdadero originador y causante del sufrimiento humano que es Satanás.

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